El código rojo
TXT Lina Holtzman Warszawski
El genio en la botella
Nos seduce. Nos hechiza. Nos arroba. Nos cautiva y encanta como solo puede cautivar y encantar la historia viva cuando pasa ante los ojos azorados de los testigos más privilegiados.
Es el color de la existencia, el preferido de Mademoiselle Gabrielle, una de esas tonalidades (además del negro, el blanco, el beige y el dorado) con que la mujer leyenda soñaba vestir a sus congéneres. El rojo ilumina hoy por decisión certera de la marca, las vítreas líneas del frasco icónico del Chanel No 5, en una intervención hasta hoy inédita.
La botella del Chanel No 5, el perfume de perfumes, le monstre, como lo llaman algunos en el círculo de la perfumería, una imagen universal inimitable, se tiñe de vida, intensidad y arrojo para regocijo estético del mundo y los amantes de Coco. Rojo, red, rouge, como estas páginas, como esta declaración visual de principios por parte de Glow!
Y no es para menos. Pocos objetos en el mundo despiertan reacciones colectivas tan parecidas en culturas y épocas tan diversas; pocos artículos de lujo se han convertido en objetos de estudio riguroso y reflexión; pocos productos de la mente humana gozan el privilegio de ser el centro de biografías y anécdotas, rumores, secretos y hasta teorías. Y pocas marcas se atreverían a tocar lo que parecía intocable e irredefinible.
El acto enciende la imaginación y la fantasía; la transformación atiza el ensueño y ese rojo tan Chanel, tan Coco, tan Gabrielle, tan libre, tan fuerte, tan audaz, se vuelve quimera, ilusión y lirismo puros.
La mente vuela y es fascinate entonces intentar imaginar los encuentros, las conversaciones, las discusiones y los ensayos de Coco y Ernest Beaux, el creador de la fórmula del Chanel No 5, aquel perfumista francés que había nacido y trabajado en Rusia cuando esta era todavía tierra de cortes imperiales, de zares, y a quien, se dice, conoció en 1920 por intermedio del duque Dmitri Pavlovich, amigo suyo y uno de los pocos Romanoff que escapó a la muerte a manos bolcheviques.
Ayuda a la imaginación saber que en aquellos días Gabrielle repetía que buscaba “un perfume de mujer con olor a mujer” y que “una mujer debe oler a mujer, no a una flor”. Sabemos el encanto que causaban en ella las líneas puras, las estructuras limpias, la geometría mínima y la sobriedad provocadora y rebelde como estilo (“la simplicité est la clé de l’elegance”, diría Coco). No es extraño, entonces, que la fragancia elegida por ella de aquellas 20 que le mostró Monsieur Beaux haya sido un repertorio de novedades, singularidades e hitos: el uso de aldehídos para ganar intensidad, el empleo de varios grupos de flores y no solamente una. En resumen: “un bouquet de flores abstractas”, para seguir usando palabras de Coco.
Hay más claves posibles pero no por ello menos fabulosas: Según una de los biógrafos de la modista que transformó el universo femenino, Tilar J. Mazzeo, es muy probable que parte de la estética chaneliana hubiera quedado definida por los días de triste infancia de Gabrielle en el orfanato de Aubazine, un lugar de “grandeza austera” y arquitectura simple en cuyos alrededores las monjas del Sagrado Corazón de María y los niños caminaban desde tiempos casi inmemoriales entre flores perfumadas, como el jazmín.
Se entiende desde esta perspectiva por qué Gabrielle rechazó todo barroquismo en el diseño del frasco y la etiqueta. Su idea del mundo no los necesitaba. Eligió uno inspirado en el contorno octagonal de la Place Vendôme de París y un diamante. Y punto.
Se trató, parece, de un “registro emocional” que habría influido tanto en la vida de Gabrielle como del histórico perfume. El resto es un emocionante relato para más de una y mil noches. A esta fábula se sumarían después episodios como el tantas veces mencionado de Marylin Monroe (“para dormir, uso solo unas gotas de Chanel No 5) y rostros esenciales, como los de Candice Bergen, Suzy Parker, Ali MacGraw, Lauren Hutton, Carole Bouquet, Estella Warren, Nicole Kidman, Audrey Tatou y Brad Pitt.
Los iconos y las leyendas comparten como cualidades el desafío a las convenciones, la ruptura con su época y la redefinición de los cánones. Y las reinvenciones de su propia tradición. Chanel celebra al mito olfativo con su nuevo ropaje y a Gabrielle Coco Chanel le gustaría. Rojo, color primario. Rojo, como el corazón y el sol que dibujan los niños. Rojo, como el vino. Rojo, como fueron alguna vez los epígrafes de los libros. Rojo, como la buena suerte para los chinos. Rojo, como la riqueza para los romanos. Rojo, como ciertas tierras que dan oro. Rojo, como las pasiones, como el fuego y el amor.