Esperanza de paz

TXT Lina Holtzman Warszawski

Nadia Murad sufrió los estragos de una guerra en la cual la muerte pareciera la mejor de las suertes. “Teníamos dos opciones: convertirnos al Islam o morir. A niños y hombres les disparaban o los decapitaban. Mis seis hermanos murieron de esa manera”. Tenía 19 años cuando la secuestraron y pasó de mano en mano por tan solo 20 dólares. Jamás volvió a ver a su madre y fue en el segundo intento cuando un movimiento de suerte ante su último de 13 “dueños” le permitió huir de la zona. Fue víctima de la violencia sexual como arma de guerra. 

Su travesía hacia la libertad inició de casa en casa, con ayuda ilegal, hasta que salió de los límites del Estado Islámico, isis, para encontrarse con su hermano en Tel Afar. En la clandestinidad y con pasaportes falsos llegó hasta Alemania, donde vive actualmente bajo un discreto cobijo, en Sttutgart. 

En agosto de 2014, la región de Sinjar, en el norte de Irak (una comunidad minoritaria de religión yazidí, aborrecida por los islamistas, a la cual pertenece ella) fue invadida y forzada a convertirse al islam. El pueblo yazidí se negó y el martirio dio inicio: cinco mil personas fueron asesinadas o desaparecidas. 

Atroces momentos vivió Nadia, testigo de la muerte de hermanos, sobrinos y aún sin encontrar los restos de su familia. Mantiene contacto con algunos secuestrados, incluso parientes a quienes isis entrena para asesinar hasta a su propia familia y seguir las filas del Estado Islámico. Por ello, comunidades yazidíes y organismos no lucrativos han establecido zonas clandestinas para infiltrarse en las regiones de peligro y rescatarlos.

LOS ESTRAGOS DE LA GUERRA

La guerra en Siria es las más lastimosa del milenio; pocos viven para contarlo. Otros, como ella, luchan desde su trinchera a través de las Naciones Unidas, para exigir que se tomen cartas en el asunto de un episodio respecto al cual la comunidad internacional y los gobiernos locales poco han hecho. 

Nadia, a sus 25 años de edad, es la activista de mayor renombre e impulso. Embajadora de Buena Voluntad por la Dignidad de los Sobrevivientes de la Trata de Personas de la onu, el pasado mes de octubre, el Comité noruego del Nobel, le otorgó el Premio Nobel de la Paz, junto con el médico congoleño Denis Mukwege, quien dedica su vida a atender a las víctima de violencia sexual durante tiempos de guerra. 

Murad, autora del libro The Last Girl, posee esperanzadores sueños al recibir este premio de que los gobiernos internacionales volteen a ver los destrozos que la guerra causó y comience la reconstrucción de lo que hoy son heridas emocionales y físicas que sufren su pueblo y el resto de Siria. 

“Debemos trabajar juntos para poner fin al genocidio, responsabilizar a los que cometen estos crímenes y lograr justicia para las víctimas”, exclamó al enterarse de que le había sido asignado el Nobel de la Paz. Su lucha, sin duda, apenas comienza…