Los lazos del arte y otros actos visuales

TXT Lina Holtzman Warszawski

La fuerza de la atracción ha originado una infinidad de textos a lo largo de la historia de la humanidad. De la misma forma que la naturaleza une minerales o determina la interacción gravitatoria entre distintos cuerpos celestes, en las relaciones humanas es capaz de crear las más poderosas afinidades. Precisamente en Las afinidades electivas, Johann Wolfgang von Goethe escribe sobre esta idea en una novela que cuestiona los fundamentos de los convenios sociales, tales como el matrimonio. En su libro aísla a cuatro personas en una mansión en el campo y es, precisamente, su atracción la que amenaza precisamente todo lo que consideran que ya está escrito en sus vidas.

La afinidad es imperativa, y la negación absoluta de esta fuerza, ante el temor de enfrentar las propias pasiones, puede ser incluso más limitante. Esta reflexión literaria del autor alemán, realizada hace dos siglos, es una de las fuentes de inspiración de la 33 Bienal de Arte de Sao Paulo, Brasil, que se presenta del 7 de septiembre al 9 de diciembre bajo el título Afinidades afectivas.

Que no haya malinterpretaciones: la idea de esta edición de la Bienal no es fomentar la noción de encontrar nuevos amoríos, sino de alentar la apreciación individual del arte sin conceptos preestablecidos. Es por esto que también se inspira en el texto Sobre la naturaleza afectiva de la forma en la obra de arte, del crítico de arte brasileño Mario Pedrosa, uno de los pensadores latinoamericanos más importantes del siglo xx. En este escrito clásico, el autor  realiza un agudo análisis de cómo el artista encuentra un lenguaje formal para expresarse y el espectador, por su parte, recibe y procesa esa información de una manera más sensorial, aunque en ambos casos existe un ejercicio de libertad creativa que no puede, ni debe, restringirse.

De esta forma, Pedrosa logra referirse al arte como una necesidad vital, como un impulso de comunicación inherente a todo ser humano a través del cual se puede cristalizar el mayor ejercicio de libertad. Su trabajo aportó un modelo de crítica abierto y plural que presentaba a la voluntad creadora del arte como la plataforma de una revolución en la sensibilidad de la humanidad y, por tanto, en su organización social. Pedrosa pensaba que ni para crear ni para entender una obra, se puede limitar la parte innata de la creatividad que a veces parece sucumbir ante conceptos preestablecidos que, finalmente, son lugares comunes que jamás podrán convertir una expresión artística en algo verdaderamente revolucionario; lo que al final, consideraba el crítico, necesita una sociedad para evolucionar.

La fiesta carioca del arte

Pero tal como las premisas críticas de Pedrosa y las amoroso-reflexivas de Goethe, el título de la Bienal no pretende imponer un eje temático, sino más bien propone vivir con mayor libertad de acción y pensamiento. Algo que en esta fiesta del arte se traduce en una organización del programa basado en afinidades, en los vínculos artísticos y culturales de los artistas participantes. 

El curador de la Bienal, el gallego Gabriel Pérez-Barreiro invitó a siete artistas-curadores a organizar diferentes exhibiciones. El español Antonio Ballester Moreno (Madrid, 1977) aborda su proyecto curatorial evidenciando la estrecha relación que existe entre la ciencia, la cultura y la espiritualidad. Para lograr esto, reúne el trabajo de filósofos, científicos y artistas para reflexionar sobre el tema de la educación. 

La muestra, titulada sentido/común, abarca desde una serie de juguetes educativos de vanguardia histórica hasta la obra de artistas contemporáneos que han reflexionado sobre la construcción del conocimiento, como el caso de Mark Dion (EU, 1961), famoso por sus instalaciones y “nuevos gabinetes de curiosidades” que al final cuestionan, por ejemplo, cómo nuestra comprensión de la historia y la organización del mundo natural está basada en premisas que no permiten alterarse y que están perfectamente establecidas en libros oficiales y museos, lo que hace necesario que cuestionemos nuestra propia base de conocimiento o el cómo recopilamos y ensamblamos la información que recibimos. 

“Todos somos creadores de nuestro propio mundo, pero entiendo que una variedad de idiomas nos ha separado del sentido común, por lo que esta propuesta se centra en el estudio de nuestros orígenes, ya sea en relación con aspectos naturales, sociales o subjetivos, los tres ejes que organizan la exposición”, explica Ballester. 

De aves y genes

Otra de estas siete muestras es la llamada El pájaro lento. La artista-curadora, Claudia Fontes (Buenos Aires, Argentina, 1964) recurre a un libro de ficción del mismo título cuyo contenido es desconocido, excepto por algunos fragmentos que sirven como pistas para que los artistas invitados presenten obras de arte que buscan activar los vínculos entre las artes visuales, la literatura y la traducción. “La experiencia de la velocidad y la lentitud son políticas enraizadas en el cuerpo. Ambos influyen en la comprensión del espacio, la distancia y la posibilidad”, explica sobre el tema esta sudamericana conocida por explorar el espacio poético y los modos alternativos de percepción de la cultura a través de acciones artísticas, esculturas e investigaciones sobre arte y colectividad.

En la muestra titulada A nuestros padres, el uruguayo Alejandro Cesarco (Montevideo, Uruguay, 1975) se cuestiona cómo reescribimos el pasado, pero también cómo a través de la repetición va surgiendo la diferencia. Para esta muestra decidió invitar a artistas de tres generaciones diferentes (pero de un mismo país, en este caso EU) que muestran que la herencia en el discurso artístico es más evidente en ocasiones que los mismos genes.

Por otra parte, para el proyecto titulado siempre, nunca, Wura-Natasha Ogunji (St. Louis, EUA, 1970) invitó a las artistas Lhola Amira (Sudáfrica, 1984), Mame-Diarra Niang (Francia , 1982), Nicole Vlado (EE. UU., 1980), ruby onyinyechi amanze (Nigeria, 1982) y Youmna Chlala (Líbano, 1974) para crear nuevas obras de arte que buscan hablar desde las huellas más íntimas, como el cuerpo, la memoria, el gesto; hasta lo épico (arquitectura, historia, nación) para atestiguar cómo cada artista se ve impactada tanto por sus historias personales como por las historias de la geografía en que han crecido. Sin duda, uno de los proyectos más bellos de la Bienal. 

Además de los siete proyectos curatoriales, se presentarán 12 individuales mediante los cuales también se busca abrir una discusión sobre las formas en que la creatividad y el arte crean un nuevo entorno de relaciones y canales de comunicación, que comienzan con el artista y se mueven a través del objeto hacia el espectador. La idea de Gabriel Pérez-Barreiro es subrayar que la forma en que el entorno influye en nuestra experiencia a veces es demasiado definitorio, pues hay un mundo de verdades impuestas en el que la fragmentación de la información y la incapacidad para desviar la atención a los detalles y analizar, pueden conducir a la pasividad, a reproducir hasta el cansancio (un meme o un discurso político) sin ninguna acción reflexiva de por medio.