Un gran modelo a seguir: ¡TÚ!
TXT Lina Holtzman Warszawski
Hoy resulta sencillo encontrar distintos modelos de educación, autoridad, científicos o estéticos. Estamos rodeados de la inspiración necesaria para elegir cómo vestir, rezar, comer, amar y hasta jugar, pero en la búsqueda de nuestra realización personal, hemos llegado a confundir el camino con la meta, igualmente la figura con el fondo.
Y así, mientras se nos muestran modelos de realidades perfectas (a las que, además, se nos recuerda clara y constantemente, es imposible acceder), se nos ofrecen también fórmulas preconcebidas para acercarnos a esa vida ejemplar.
Te pondré un ejemplo: Supón que antes de irte a dormir, se te aparece tu única y exclusiva hada madrina para anunciarte que mañana, al despertar, tu vida será como siempre la imaginaste. Para que esto suceda tienes que ser muy claro en tus deseos, así que te pide –y yo también– que visualices esa nueva y fantástica vida… Piénsalo un poco más y observa bien si las imágenes que llegaron a tu mente tienen más que ver con contextos tangibles (casa, pareja, hijos, trabajo, salud, zonas geográficas o cualquier aspecto que pertenezca al mundo material) o hiciste un trabajo de introspección profunda y te conectaste con un estado interior de felicidad y amor ciento por ciento subjetivo y emocional.
Si tu respuesta pertenece al plano físico, significa que, al igual que a mí y a la vasta mayoría de las personas, te resulta muy difícil separar el mundo inmaterial del tangible… Pero no te preocupes, porque son varias las corrientes filosóficas, espirituales y religiosas que sustentan la importancia de una armonía entre ambas. Georges Ohsawa, el japonés creador de la dieta macrobiótica, mientras desarrollaba su teoría de una medicina zen y el tipo de alimentación que preconizó, comprobó el efecto tanto nutricional como de bienestar emocional que nos genera la comida, abogando que la espiritualidad es el complemento indispensable de la materialidad; como el frente y el dorso, el comienzo y el fin. Por eso, antes de caer en el tramposo terreno de la crítica y el juicio, tengamos muy clara una cosa: El camino a nuestra realización personal no pasa por santificar o satanizar nuestra naturaleza terrenal, pero sí por la toma de conciencia del objetivo verdadero que nos hace escoger un modelo sobre otro. Para ponerlo en un contexto más mundano, si tu aspiración es una pauta de alimentación más sana y natural, ¿qué camino crees que te lleve al éxito? ¿Poner atención a la calidad, procedencia y manipulación de los alimentos que consumes o comprar un pan industrial manufacturado “con el cariño de siempre”? Es muy fácil dejarnos llevar por las apariencias, pero si te quedas sentado esperando a que Ed Sheeran te invite a subir al escenario con él para tocar un instrumento o cantar, no estás viendo la preciosa oportunidad de disfrutar tu pasión por la música tocando, por ejemplo, a solas o con un grupo de amigos.
Ten en cuenta que un modelo es tan solo una representación que reproduce, a escala, el comportamiento de algunos aspectos de un sistema. Por ende, cualquier tipo de modelo –ya sea de moda, de negocios, de familia, de coche, entre otros– nos está hablando de una representación masiva e incompleta de un trozo de realidad. No es de extrañar, entonces, que no exista un modelo que pueda llenar por sí solo todas nuestras expectativas pues, tarde o temprano, el consumo vacío de estereotipos, más que acercarnos a nuestra realización personal, laboral o espiritual, nos aleja de ella, atrapándonos en un círculo vicioso de aspiración-frustración.
Por difícil que parezca, para salir de ese circuito malsano no es necesario vivir en un mundo aislado, sin propósitos o ejemplos que seguir. El verdadero truco está en centrar la atención en la elección de nuestro interés real: Develar el anhelo detrás del deseo en lugar de dejarnos despistar por las fachadas. Bien sabemos que cuando el sabio señala al cielo, solo el necio se queda mirando el dedo.
Sin excepciones
Una vez que optamos por adoptar la política de alumbrar los motivos que en realidad nos mueven, comenzamos a transitar por un camino de libertad y conocimiento personal a lo largo del cual cualquier persona se puede convertir en un modelo por seguir, pues encontramos en los demás rastros de valentía, amor, perseverancia, etcétera, capaces de inspirarnos con su ejemplo. Sin embargo, para que este estímulo florezca tenemos que entender primero una cosa: Todas esas cualidades que admiras en otros, también tú las llevas dentro.
Es cierto que la educación actual nos ha ayudado a acuñar la idea de que somos seres inacabados, iniciándonos en una insaciable búsqueda de “eso que nos falta”, para estar completos. El mismo Ohsawa señalaba que no existe ni una sola escuela o universidad dedicadas al desarrollo de la espontaneidad, de la facultad de crear amor o del instinto.
Por suerte, los tiempos han cambiado y hoy es muy común hablar de temas como la educación emocional y la creatividad, pero aún hace falta integrarlo en nuestra vida. En el fondo sabemos –y sentimos– que contamos con todas las herramientas necesarias para alcanzar nuestros sueños; no obstante, falta mucho camino por recorrer. Para reconstruir la confianza en la naturaleza humana, hace falta creer en la sabiduría de nuestro instinto, como Miguel Ángel, quien podía visualizar la esencia en un bloque de mármol, asegurando que las esculturas ya estaban dentro, y su trabajo (o arte) consistía en quitarle al mármol todo lo que le sobraba. Y no es el único artista de la historia que creía en la posibilidad de descubrir la esencia oculta del hombre: Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito, también pensaba que la perfección se alcanzaba, no cuando no hay nada más que añadir, sino cuando ya no queda nada más que quitar. Lamentablemente estamos tan acostumbrados a acumular información y objetos que escondemos nuestra sabiduría y confianza en lo más profundo de nuestro ser, hasta llegar a tal punto que nos olvidamos incluso de que algún día existieron. Pues bien, ¡es hora de hacer limpieza!
Quitarnos las capas de ideas preconcebidas y prejuicios no es tan fácil como despojarnos de la ropa. Son tantos los años que llevamos alimentando ciertas creencias que con frecuencia no nos damos siquiera cuenta de que no son parte de nosotros. Una buena manera de poner a prueba nuestra motivación es hacernos preguntas como: ¿Qué quiero lograr con esto? ¿Cuál es mi verdadero objetivo? ¿Haciendo esto voy a alcanzarlo? ¿Soy sincero en mis respuestas? “¿Por qué lo hago? ¿Me divierte? ¿Qué admiro de esta persona?
Rompiendo el molde
Volviendo al concepto anterior, cuando nos comprendemos y aceptamos como seres completos, aprendemos a creer en nuestro instinto natural, y nuestra búsqueda se convierte en un juego de crecimiento personal que nos deja explorar y probar diferentes formas de expandir nuestro horizonte. En cambio, cuando caemos en la trampa de creer que estamos incompletos, que algo nos falta, que existen personas que gozan de ciertas ventajas sobre nosotros, que la plenitud está fuera y de que hay que ganársela, nuestra vida se vuelve una lucha constante.
En realidad, todo está en la intención que le pones a tus actos. Es tan sencillo como comparar la plasticidad del modelado con la rigidez de los moldes; ambas forman parte en la elaboración de una misma escultura, pero un molde es rígido, vacío, limitado y limitante, mientras que la materia –como la vida misma– es tan maleable y llena de posibilidades, que puede transformarse en cualquier cosa. Y esto es a lo que llamo una vida modelo: Comprender que el humano es un ser creador por naturaleza y que tenemos –cada uno de nosotros– la capacidad de crearnos y recrearnos de manera autónoma y singular, desprendiéndonos de todo eso que nos sobra, hasta convertir nuestra vida en una verdadera obra de arte.